Desde mi temprana relación con Rafael Pérez Contel, a los 14 años, y desde que me impusiera como primer ejercicio un autorretrato modelado en yeso directo; el retrato se convirtió en algo cotidiano y siempre disponible, ante cualquier duda o cuestión interna un autorretrato me iba demostrando que empezaba a controlar la valoración de luz, el color y las veladuras.